lunes, 24 de agosto de 2015

Tres cosas hay en la vida.



Salud, Dinero y Amor.
¿Sólo tres?, ¿Cuál elegir? ¿Sí es que hay decisión?

Todas ellas tienen su importancia, justa medida y su compasión; son como las tres mujeres que rondan mi alma, las tres me aportan todo para complementar la vida. Una es como la luna, otra es una estrella y la otra un sol, a cuál más bella y diferente, pero equiparables en muchas facetas; y en medio yo, con todas mis dudas que me paralizan ante el miedo de equivocarme en la decisión.

La salud, amiga del bienestar, personal y siempre sincera, a la que hay que cuidar.
El dinero, desprende seguridad e inestable calor, fríamente poderoso, a la par que necesario. El amor, caliente pero distante, justamente alejado y con una belleza aparentemente agradable, que cuando esta cerca puede llegar a quemar.

Una cuarta cosa es la que rige mis pasos, que debe guiarme por el camino elegido, el sentido y la dirección de este camino, depende de ella y esta en mi, la que ha de acompañarme siempre y me hará llegar a buen puerto. Voluntades encontradas que rigen todos los destinos hacia un bien común, por el que hemos de luchar con criterio.

Yo hombre de pocas palabras y charlatán a veces, me he decidido a contarte esto, para que la verdad de las cosas sencillas y nobles nos devuelva al sendero, que nunca debimos equivocar, el del respeto a la naturaleza. Para ello debo de despojarme de miedos, tabús y malas costumbres, profundas y arraigadas, en el subconsciente formado por intereses egoístas y no del todo bien aprendidos. Un mañana feliz y humano es posible.

Cómo en todo buen relato, volvamos a los orígenes de nuestro cuento, que es el que tú llevas ahora mismo entre tus manos, y no me refiero al de papel escrito, sino al de tu vida.
  • ¿qué crees que eres él o la única que sufre y lucha?
  • Todos pasamos por los mismos trances en la vida, lo peor es perder el Norte de la razón.
  • Supongo que te estarás preguntando ¿ y este que me esta contando?

Pues... te diré que yo me encuentro en la misma encrucijada en la que Tú estas ahora y escribo esto, no para aleccionarte o soltarte un rollo moral, si no que estoy lanzando palabras al aire, a la par que estoy buscando una solución a las dudas actuales que no son pocas. Es tiempo de decisiones, de lucha y nos esperan muchas anécdotas más adelante.
Al igual que tú, tuve unos padres a los que nunca comprendí, y creía que ellos a mí tampoco me entendían; ellos siempre tan perdidos como podemos estar ahora nosotros, dando vueltas al atajo y sin embargo estaban en su sitio, para guiar y reconducir mis pasos que antes anduvieron ellos. Cada mañana cada uno íbamos a lo nuestro, cada uno a lo suyo, con un frío de escarcha; mi padre a su trabajo a unos kilómetros del pueblo, en compañía de algún trabajador amigo, de sol a sol para llevar lo básico a casa, mi madre se ocupaba de lo que llamaban sus labores, que no eran pocas ni ligeras, sudor y lágrimas, trabajaban como mulas tanto dentro como fuera de casa, cosiendo, limpiando, soldando; él es del oeste y ella del norte, tuvieron que dejar su tierra cada uno en su momento, al igual que yo y que muchos, para poder comer y dar de comer a nuestra familia, una familia que será muy parecida a la tuya.
Soy el quinto de seis hermanos, único varón; y mis hermanas, son todas mujeres de armas tomar, todas diferentes y todas complicadas, parecen ser de cinco continentes de pueblos humildes, y de generosidad distanciada, de egoísta humanidad. Siempre discutiendo por quien tiene la razón sin danos cuartel, sin saber que emprendimos juntos una carrera de fondo, la vida.
Os hablaré del pueblo que alumbró mis primeros e indecisos pasos, callejítas mojadas por innumerables charcos, chapoteados de alegres botítas de agua, llenas de barro que calzaban nuestros pies. Sabor a desayuno caliente, escuchando la saga de los porretas por la radio; incontables batallas navales en su río, descalabros varios por querer ser los mejores; olor a abono, a castañas asadas, a leche recién ordeñada, las cosas olían a lo que eran, el tañer de campanas recordándonos que era la hora de recogerse.
Han pasado largos años y ahora estoy escribiendo desde el Este, punto cardinal en el que me encuentro, para intentar resolver alguna duda y poner en claro que quien decide eres tu. Y todo con la idea de poner un poco de Paz y armonía en nuestros corazones y en nuestras vidas, ya que es hora de hacerlo.

Msandiego.


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